DESPUÉS DEL DESASTRE

La radiactividad comenzó a emitirse fuera del cuarto reactor destruido e incendiado de la planta nuclear de Chernóbil, el cual contaminó el entorno tanto inmediato como más lejano.

El primer paso en la resolución del accidente nuclear de Chernóbil fue la extinción de la sala del reactor que estaba ardiendo y el techo de la sala del turbo-generador. El departamento especial contra incendios de la planta nuclear, junto con los bomberos de la cercana ciudad de Chernóbil, apagaron el fuego en las tres horas que siguieron a la explosión. Sin embargo, en el corazón del reactor, el grafito seguía ardiendo.

Los bomberos que trabajaban en el accidente no conocían la causa del incendio y, por lo tanto, solo vertieron agua en las ruinas del reactor. Esto agravó la situación y varias explosiones más pequeñas tuvieron lugar, junto con una contaminación radiactiva aguda. Para evitar que la radiactividad se propagara con posterioridad en el medio ambiente, se llenó el reactor con cinco mil toneladas de boro, dolomita, arena, arcilla y compuesto de plomo - lanzados desde un helicóptero que volaba sobre el reactor. Estos materiales liberados extinguieron el incendio del grafito y absorbieron los aerosoles radiactivos. Dos semanas después de la ruptura, los órganos oficiales soviéticos decidieron conservar el bloque entero que había colapsado en la planta nuclear en un sarcófago especial - un cuerpo de hormigón con su propio sistema de refrigeración.

Los niveles de radiación en las zonas más afectadas del edificio del reactor se estimaron en 5,6 röntgens por segundo, lo que equivale a más de 20 000 röntgens por hora. Una dosis letal es de alrededor de 100 röntgens por hora, por lo que en algunas zonas los trabajadores que no tenían protección adecuada recibieron dosis mortales en menos de un minuto.
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Sin embargo, un dosímetro capaz de medir hasta 1000 R/s quedó enterrado en los escombros cuando se derrumbó una parte del edificio, y otro se quemó al encenderlo. Todos los dosímetros restantes tenían límites de 3,6 R/h, por lo que la aguja quedaba atascada en el nivel máximo. En consecuencia, los operarios del reactor solo podían determinar que el nivel de radiación estaba en algún lugar por encima de los 3,6 R/h, cuando en ciertas áreas llegaban a los 30 000 R/h. Debido a las bajas e inexactas lecturas, el jefe del turno nocturno, Alexander Akimov, supuso que el reactor estaba intacto.
Se ignoró la evidencia de piezas de grafito y combustible del reactor alrededor del edificio, y las lecturas de otro dosímetro traído hacia las 04:30 de la mañana fueron desestimadas bajo el supuesto de que estaba defectuoso. Akimov se quedó con los demás operadores en el edificio del reactor hasta la mañana tratando de bombear agua al reactor. Ninguno de ellos llevaba equipo de protección. La mayoría, incluyendo Akimov, murieron por envenenamiento por radiación dentro de las tres siguientes semanas.
El primer acercamiento en helicóptero evidenció la magnitud de lo ocurrido. En el núcleo, expuesto a la atmósfera, el grafito del mismo ardía al rojo vivo, mientras que el combustible y otros metales se habían convertido en una masa líquida incandescente. La temperatura alcanzaba los 2500 °C, e impulsaba el humo radiactivo en un efecto chimenea a una altura considerable.

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